Tarragona: vendida a trozos la primera central eléctrica de gas cerrada por falta de negocio

Solo Italia y Reino Unido tienen más centrales de ciclo combinado que España en la Unión Europea. Sin embargo, en los últimos años han sido muchas las que han pedido cerrar por sus pérdidas. Aunque en 2019 su producción de electricidad ha aumentado de forma considerable, en lo que llevamos de año el conjunto de estas instalaciones de gas ha estado funcionando de media a un 24,3% de su capacidad total.
Manuel Andrés

En el polígono industrial de La Canonja, en Tarragona, una chimenea metálica pasa desapercibida en medio de las plantas químicas. No es tan conocida como el almacén Castor o la regasificadora de El Musel, pero constituye otra parada obligada en la ruta de los fiascos del gas: se trata de la primera central de ciclo combinado cerrada por falta de negocio en España, una muestra de unas desorbitadas previsiones del gas en el sistema eléctrico del país que todavía siguen sin cuadrar.

Esta planta entró en servicio en 2003, al poco de comenzar el boom de la construcción de este tipo de instalaciones para generar electricidad con gas natural: en apenas 10 años se pasó de no existir ninguna central de ciclo combinado en el país a no saber cómo mantener un parque de más de 50. De hecho, solo Italia y Reino Unido tienen hoy más centrales eléctricas de este tipo en la UE.

La instalación de Tarragona (de 386 MW) fue pasando por distintas empresas eléctricas hasta que se dejó de poner nombre de compañía alguna en la fachada. Tras años con muy baja producción, en 2016 ya no volvió a generar electricidad y en septiembre de 2017, siendo aún propiedad de Viesgo, recibió autorización del Ministerio de Industria para echar el cierre y desmantelar. Sin embargo, el problema no se limita a una única central, podrían ser bastantes más las clausuradas. Antes de ésta ya recibió luz verde para cerrar otra planta de gas de Iberdrola en Castellón de la Plana, aunque finalmente no lo hizo, además, otras centrales vieron denegada su petición, como la de Endesa en Huelva, y todavía hoy quedan pendientes por resolver solicitudes para poner en hibernación al menos cinco instalaciones de Naturgy en Palos, Cartagena y Sagunto.

“Es una lástima que haya cerrado, cuando parecía que esto iba a ser la solución”, se lamenta en su despacho del Ayuntamiento de la Canonja el alcalde Roc Muñoz Martínez, que cuenta que la planta está todavía en fase de desmantelamiento. “La están vendiendo a trozos, las calderas de vapor se vendieron a otra compañía, IQOXE, y ahora estaban con la turbina”. En el polígono químico de este municipio tarraconense, que da empleo a unos 10.000 trabajadores, se requiere de mucha electricidad y a buen precio, por eso resulta especialmente llamativo que sea allí donde se está desmantelando esta central de ciclo combinado. “Era una magnífica noticia cuando se abrió la planta de gas, pero… claro, cuando me enseñaban los últimos ejercicios de electricidad, la instalación no producía nada… ¿Cómo es posible?”.

Es posible porque las empresas que se lanzaron a construir estas modernas plantas de ciclo combinado de gas no vieron venir dos cambios que destrozaban sus optimistas previsiones: el consumo energético del país fue muy inferior a lo esperado y, al mismo tiempo, cayeron en picado los costes de las energías renovables, volviéndose especialmente competitivas en un país como España, con muchas horas de viento y de sol. El resultado: en los últimos siete años, el grado de utilización de las centrales de ciclo combinado en España estuvo siempre por debajo del 17% (ver gráfico).

Esta situación de ruina ha mejorado de forma significativa en 2019. De pronto, se daba el escenario ideal para estas plantas: un precio bajo del gas natural, la casi parada total de las centrales de carbón y una escasa generación hidroeléctrica por un mal año de lluvias. Como consecuencia, su producción de enero a septiembre ha aumentado de forma considerable. Pero, incluso así, según los datos de Red Eléctrica de España, en lo que llevamos de año el conjunto de estas instalaciones ha estado funcionando de media a un 24,3% de su capacidad total.

“Se pueden cerrar todas las centrales de carbón y la mitad de las de gas y no pasaría nada”, incide el analista del mercado eléctrico Paco Valverde. “Tenemos una sobrecapacidad de país árabe o multimillonario”. “Se habla mucho de burbuja fotovoltaica, pero donde ha habido burbuja es en los ciclos combinados”, incide.

¿Cuántas centrales eléctricas hay de más en el sistema? En el momento de mayor consumo el año pasado, el 8 de febrero a las 20:24 horas, se necesitaron 40.947 MW de potencia instantánea. No obstante, solo con centrales de ciclo combinado hay 26.284 MW, una cuarta parte del conjunto de 104.053 MW de potencia instalados con centrales de carbón, nucleares, hidroeléctricas, eólicas, solares… Es verdad que algunas de estas tecnologías funcionan de forma intermitente, solo cuando hay agua de lluvia, viento o sol. No obstante, según incide Valverde, se considera que un índice de cobertura recomendado para garantizar la seguridad del sistema debe ser un 10% más de potencia firme [no intermitente] que el máximo utilizado en el país. “Es decir, si lo máximo que se ha usado a la vez en España ha sido 40-45 GW, habría que contar con 50 GW de potencia firme. Pero en el país hay mucho más”.

Paradójicamente, para afrontar la emergencia climática hace falta construir ahora muchas más renovables. Se necesita hacer hueco en el sistema eléctrico para meter tecnologías que no generen emisiones de CO2 causantes del cambio climático. Así pues, la transición energética debe ir apagando gradualmente las centrales que contaminan para sustituirlas por otras más limpias, como la solar o la eólica, con el menor riesgo y coste económico para el sistema.

Empresas como Endesa ya han expresado su intención de acelerar el cierre de sus centrales de carbón (las más contaminantes), asegurando que las actuales condiciones de mercado hacen que “no resulten competitivas”. La gran incógnita es cuánto tiempo van a seguir siendo necesarias las centrales de ciclo combinado de gas (que aunque sean mucho más eficientes, siguen emitiendo CO2) y cómo se va a asegurar su viabilidad económica en un escenario de entrada masiva de renovables.

“Es verdad que en España hay una capacidad excedentaria de ciclos combinados formidable, hay un exceso total”, asegura Natalia Fabra, catedrática en el Departamento de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid. “Pero el gas va a seguir jugando un papel importante en el sistema por muchos años”.

Si el Gobierno no ha dejado hasta ahora cerrar más ciclos combinados es porque estas plantas son consideradas como un seguro para el sistema eléctrico de los próximos años. Algo así como un parque de bomberos: teóricamente, no interesa tanto que pasen mucho tiempo funcionando como que estén preparadas para actuar cuando se necesite. De hecho, en el borrador de Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) enviado a la UE por el Gobierno del PSOE se prevé que de aquí al 2030 las empresas propietarias cierren las plantas de carbón y la mitad de las nucleares, pero mantengan todas las plantas de ciclo combinado existentes hoy en día.

¿Hacen falta realmente tantas centrales de ciclo combinado para llevar a cabo la transición energética? Como explica Fabra, ahora mismo es muy difícil saber cuántas de estas instalaciones se van a necesitar, “pues depende de variables que ahora mismo desconocemos, como la evolución de la demanda de energía en el país, el grado de electrificación de sectores como el transporte, la potencia de nuevas renovables que se instalen…”.

En lo que respecta a las renovables, se está produciendo en el país una avalancha de peticiones para conectar nuevas centrales, sobre todo, solar fotovoltaica. Si hoy en día hay operativos 28,9 GW de eólica y fotovoltaica, a 31 de agosto de este año REE ya ha dado permiso de acceso a otros 81,7 GW, una cantidad enorme que hace temer que haya bastante de especulación. “No tenemos ni idea de la potencia de renovables que va a haber realmente, se conocen las solicitudes de punto de acceso, pero mi impresión es que hay una burbuja de peticiones y que luego van a ser menos”, recalca la economista.

Asimismo, como incide, todas las previsiones cambian por completo si se desarrollan finalmente los sistemas de almacenamiento de energía o se consigue una mayor integración entre los mercados eléctricos de los países europeos, pues entonces no serían tan necesarias las centrales de gas para asegurar la estabilidad del sistema. Parece claro que el Gobierno quiere mantener el mayor número posible de centrales de ciclo combinado hasta que se resuelvan estas incógnitas, pero habrá que ver cómo consigue que sigan abiertas muchas de estas instalaciones con tan pocas expectativas de negocio.


La compra de Repsol de la planta de Tarragona

La central de ciclo combinado cerrada del polígono químico de La Canonja es hoy propiedad de Repsol, que la compró en 2018 como parte de los activos adquiridos a Viesgo. Justamente, esa operación tuvo una especial repercusión, pues como contaron entonces diarios económicos, el bajo precio pagado por los ciclos combinados suponía el hundimiento del valor de este tipo de instalaciones. En concreto, Repsol habría pagado por las centrales de Bahín de Algeciras (Cádiz) y Escatrón (Zaragoza) unos 110 millones de euros, cuando 15 años su valor superaba los 800 millones.

“Tenemos una sobrecapacidad de país árabe o multimillonario”, incide el analista del mercado eléctrico Paco Valverde.

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