Empresarios españoles y marroquíes se embolsan centenares de millones de euros comerciando a través de la frontera sin pagar impuestos aduaneros. Mientras ellos se lucran, denuncian las ONG, son ellas las que arriesgan su vida trabajando en condiciones de insalubridad, sufriendo acoso sexual y sin tener ningún tipo de reconocimiento laboral.
Son las dos de la mañana y Khadija acuesta a tres de sus cuatro hijos en la habitación que comparte con ellos en una pequeña casa de Fnideq. Dos en una cama y otro sobre unas mantas colocadas cuidadosamente sobre el suelo. A la más pequeña la lleva a casa de una vecina a pasar la noche. Se quedan dormidos, coge un carro metálico y camina cerca de dos kilómetros hacia la frontera. Allí, varios centenares de mujeres aguardan a que el puesto marroquí abra a las siete de la mañana. Mientras llega la hora, intentan dormir en el suelo.