Su objetivo, y el de cerca de 2.500 mujeres más, es recoger la mayor cantidad de mercancía posible, toda la que puedan llevar sobre su cuerpo, para abastecer a los jefes marroquíes que esperan sus fardos en lo alto de una de las colinas del otro lado de la valla. Al menos una decena de mujeres ha muerto ejerciendo el porteo en los últimos años, según datos de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA).
El porteo, conocido también con el eufemismo de “comercio atípico”, es una actividad alegal que consiste en la carga de bultos a la espalda para transportarlos de España a Marruecos –desde abril de 2018 en Ceuta se ha implementado el uso de carros–. Así, mujeres y hombres marroquíes cruzan a nuestro país, recogen la mercancía y la transportan sobre sus cuerpos de vuelta. Según la legalidad vigente, todo lo que las personas que atraviesan esta frontera lleven encima se considera equipaje de mano y, por tanto, no paga impuestos.
Una pequeña ventana encajada en la puerta metálica de la entrada da luz a toda la casa de Khadija, situada en una humilde barriada de Fnideq. Sobre las paredes amarillas del pequeño salón cuelgan varias fotos de familia: de sus hijos, de sus padres. Dos sofás construidos con palés, un par de alfombras y una televisión antigua que ya no funciona visten el resto de la estancia.
Khadija es consciente del riesgo que corre cada vez que cruza la frontera para cargar fardos de hasta 80 kilos. “Me odio a mí misma por este trabajo, es muy peligroso y no sabes si volverás a ver a tus hijos o no. Cuando llego a casa, doy las gracias a Dios por volver y ver que ellos están bien”, cuenta la joven de 28 años junto a dos de sus hijos. Como ella misma confiesa, no tiene otra opción. Divorciada, con cuatro hijos a los que alimentar, un alquiler de 90 euros mensuales y sin saber leer ni escribir, tuvo que mudarse de su ciudad natal, Alcazarquivir, para poder trabajar en la frontera.
Gobierno tras gobierno, Khadija, Fátima, Jamila y Malica, todas ellas porteadoras, han comprobado cómo su situación no ha cambiado. Todas comparten un mismo pensamiento: su situación se justifica en que “no les importan a nadie”. Ni al Estado, ni a la sociedad, ni a la comunidad internacional. “A la gente le es indiferente lo que me pase. ¿A quién le importa? Si me muero vendrán y abrirán la puerta para que mis hijos salgan, pero a nadie le importa lo que me suceda, y hay muchas como yo”, sostiene la joven. “Igual que las fallecidas que han dejado huérfanos. ¿Qué les han hecho? ¿En qué les han ayudado? En nada. Una de las mujeres que murió en las avalanchas tenía cinco hijos que se han quedado a cargo de su padre que está enfermo. ¿Qué ha hecho el Gobierno? Nada, porque a nadie le importa”, critica Khadija.
Con dolor en la espalda y lesiones en las piernas por el peso de la mercancía y por las heridas de los golpes de los carros en sus tobillos, de lunes a jueves realiza el porteo para obtener un máximo de 20 euros diarios. Con ellos compra verduras, pescado y llena la bombona de gas. En los últimos años, con lo que ha conseguido ahorrar, pudo comprar un armario y una cama de madera. Como Khadija, hay cerca de 3.000 mujeres en exclusión social y pobreza extrema, muchas de ellas incluso con discapacidad, que son utilizadas por un comercio alegal que beneficia a comerciantes y autoridades.
De esta forma, según datos facilitados por la Delegación de Gobierno de Ceuta, en los primeros cuatro meses de 2018 pasaron de la ciudad autónoma a Marruecos un total de 6.410 toneladas de mercancía sin tributar. No aportan datos exactos del resto del año pero, apuntan, llegarían a 19.000 toneladas en todo el pasado año. Una estructura económica totalmente masculinizada, denuncia la APDHA, por la que empresarios marroquíes e intermediarios españoles se enriquecen con la mano de obra de mujeres cuyas condiciones de trabajo ponen en riesgo a diario su vida.
La necesidad de ser las primeras en llegar para obtener la mejor mercancía y poder llevar unos euros más a casa ocasiona situaciones de tensión que derivan en avalanchas en las que algunas mujeres han muerto aplastadas. La mayor parte se han producido en el lado marroquí de la frontera, lo que, según la APDHA, puede elevar la cifra de víctimas debido a “la opacidad” con la que trabajan las autoridades de Marruecos. Según esta asociación, en 2008 falleció una porteadora (en Melilla), en 2009 murieron dos mujeres, en 2017 murieron cinco y en 2018 otras dos realizando esta actividad. Detrás de cada cifra, un nombre: Safia, Bossra, Zhora, Soad, Touria, Karima, Ilham, Souad, Batul...
Zhora y Bossra no volvieron a casa con sus hijos. El 25 de mayo de 2009, tras una avalancha que involucró a centenares de personas, murieron aplastadas en las inmediaciones del paso enrejado del Biutz, inaugurando durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Las precarias condiciones de trabajo, las instalaciones de los puestos fronterizos y su necesidad por coger la mejor mercancía para poder llevar más dinero a casa originaron múltiples avalanchas que acabaron con sus vidas.
El nuevo paso fronterizo del Tarajal II, inaugurado el 27 de febrero de 2017 y dedicado exclusivamente al porteo, iba a acabar con estas situaciones. No fue así. El 28 de marzo de 2017, Soad perdió la vida en otra avalancha. Tenía 22 años. La lista se alarga con los nombres de Turia y Karima, que murieron aplastadas el 28 de agosto de 2017. Ilham y Souad tampoco volvieron a casa el 15 de enero de 2018. En el último año no se ha producido ninguna muerte más, pero ellas siguen denunciando una situación de trabajo que califican como “muy peligrosa”.
Después de horas de espera, Khadija consigue la mercancía que tiene que llevarle al jefe marroquí al otro lado de la frontera. Una marca realizada con spray le indica a quién tiene que entregársela. Ata una decena de sacos de zapatos a su carro metálico. En la parte posterior, con una brida, engancha otro más. La joven mete más mercancía en una bolsa que le cuelga del brazo y, con la ayuda de una manta atada a su espalda, transporta más ropa. “80 kilos”, estima Khadija, preguntada por el peso que transporta. Cuanta más mercancía consiga llevar, más dinero recibirá. Con suerte, podrá ingresar 20 euros.
Desde la Delegación del Gobierno en Ceuta se impusieron unas medidas y un peso máximo para los bultos con el fin de garantizar su seguridad: 40x50 cm y 40 kilos. Fuentes de la Delegación del Gobierno confirman que se llegó a proveer a los comercios de básculas. Sin embargo, tal y como ha podido comprobar eldiario.es, ninguna de estas medidas se está cumpliendo en la ciudad autónoma.
Los bultos a la espalda dieron paso a los carros. Desde la fase dos del polígono se impulsó esta medida para “dignificar”, según su presidente Bilal Dadi, las condiciones de estas personas. Así, desde abril de 2018, en teoría solo se puede portear llevando la mercancía en un carro y no en la espalda, algo que en la práctica no sucede, ya que son centenares de ellas, como Khadija, las que apuran sus fuerzas para llevarla en sacos a la espalda. El propio Dadi ha reconocido a medios locales que es una iniciativa para “cambiar la imagen del polígono”, algo que la APDHA califica de “deleznable” y considera un mero “parche”.
Esta medida, acordada con la Delegación del Gobierno y las autoridades marroquíes, no fue aprobada por otros presidentes del polígono. Mohamed Ahmed, presidente de La Chimenea, se muestra en contra. “Los carros traen muchos problemas porque ahora se llevan mucha más mercancía y eso entorpece el tráfico. Es imposible que pasen los vehículos y es peligroso para ellas. No tiene que existir el porteo a la espalda ni en el carro: solo en bolsas”, afirma Ahmed. Khadija también critica la decisión: “Nos damos golpes en las piernas con los carros, tengo muchos dolores”.
En la práctica, los bultos sobrepasan los límites exigidos –algunos llegan a duplicarlos–, tanto en tamaño como en peso, y parte del porteo se sigue realizando a la espalda con mantas. El resultado, según cuentan las propias porteadoras, ha sido el transporte de fardos mucho más pesados y, por lo tanto, un aumento de la mercancía que llega a Marruecos sin tributar.
“¿Y qué voy a hacer?”, dice Houda, una mujer que roza los 60 años. Utiliza muletas para poder caminar mientras carga bultos. “Tengo que comer, así que tengo que aguantar el dolor”. Son muchas las personas con discapacidad que trabajan en el porteo. Mujeres ciegas que se agarran de la espalda de una compañera para seguir el camino con el bulto, otras con muletas que tienen que parar cada pocos metros por no poder soportar el dolor y algunas en silla de ruedas que llevan sobre sí mismas la mercancía.
De la misma forma, las condiciones de insalubridad en las que trabajan han sido denunciadas reiteradamente por ONG, activistas y el propio el parlamento marroquí. No existen baños públicos y tienen que orinar en plena calle, no hay fuentes de agua potable, ni zonas de sombra y, según ha denunciado la diputada de Adelante Andalucía en el parlamento andaluz Maribel Mora, los botiquines están vacíos.
Toda esta situación pasa totalmente desapercibida para cualquier persona que cruce la frontera. El actual paso fronterizo del Tarajal II y el antiguo del Biutz se encuentran dentro del propio polígono, delimitado por muros. “Es una manera de ocultar esa imagen que no quieren que sea la de Ceuta”, denuncia la investigadora de la APDHA Ana Rosado.
“En nuestro territorio no se produce ninguna vulneración de derechos”. Es la respuesta que José Antonio Nieto Ballesteros, el secretario de Estado de Seguridad durante el Gobierno de Mariano Rajoy, dio a Mora tras ser preguntado al respecto en una comisión de Interior. Sin embargo, el anterior Ejecutivo, en una respuesta a una pregunta formulada por Mora cuando era senadora, reconoció “situaciones de abuso”. “La erradicación de las situaciones de abuso que conlleva el ‘comercio atípico’ entre Marruecos y las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla requerirá la mejora de los mecanismos de coordinación con las autoridades del país vecino en el marco del Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Marruecos”.
"Ese comercio atípico está cubriendo el mercadeo laboral que hay con los derechos de muchas mujeres", afirmó el diputado socialista David Serrada entrevistado por eldiario.es cuando el PSOE se encontraba en la oposición. "El secretario de Estado lo que tiene que hacer es ir, por ejemplo, al paso del Barrio chino de Melilla, ver cómo se agolpan las mujeres y los hombres para pasar a España a través de un torno de metro y medio y, cuando vea los fardos que se están cargando, él tendrá que valorar si se respetan los derechos humanos o no. Es una cuestión de ir y verlo. Claro que no se están cumpliendo”.
Sin embargo, desde que gobierna el PSOE, “nada ha cambiado”, denuncian desde APDHA. eldiario.es ha intentado recabar en varias ocasiones la versión de la delegada del Gobierno de Sánchez en Ceuta, Salvadora Mateos, sobre la situación de estas mujeres, pero no ha recibido respuesta.