Ellas contra la guerra

El este de la República Democrática del Congo es, desde hace 22 años, el escenario de la guerra más letal del mundo.

Un Ejército poco disciplinado, más de 30 grupos armados y la misión de la ONU más grande del mundo, operan en un territorio rico en minerales.

Congo es el mayor productor de cobre y cobalto de todo África, y tiene las reservas más grandes del mundo de coltán. Todos ellos, minerales imprescindibles para la fabricación de teléfonos móviles y nuevas teconologías. También exporta oro, diamantes, madera...

1 de cada 5 mujeres han sido violadas en esta guerra.

Sin ley y sin castigo durante la primera década de la guerra, a las violaciones solo seguían una impunidad absoluta, abandono e incluso represalias contra las víctimas.

Sin embargo, las mujeres no dejan de luchar para protegerse: organizándose, presionando y uniéndose para acompañar a las víctimas.

En 2006, consiguen la modificación del Código Penal. Se introduce la violencia sexual como crimen y se estipulan sanciones.

En 2013, los tribunales militares empiezan a juzgar por primera vez los casos de violacion.

El nuevo marco legal contribuye a las denuncias.

Y, orientadas, protegidas y escondidas, algunas víctimas llevan sus casos ante la frágil justicia.

Sin embargo, la implementación es casi simbólica, y la guerra y la violencia sexual, continúan.

En noviembre de 2012, unos 40 soldados del Ejército cometen una violación masiva en Minova. Un centenar de mujeres y 33 niñas son violadas.

El caso llega al tribunal, pero tras cinco meses de macro juicio, solo dos oficiales de bajo rango son condenados por un episodio de acoso cada uno.

En 2015, sale a la luz otro caso escandaloso: se descubre una oleada de violaciones a niñas y bebés en Kavumu, que lleva ya dos años aterrorizando la localidad.

A pesar de las denuncias, los ataques no paran y se alargan hasta 2016.

46 niñas son violadas impunemente durante tres años (2013-2016). La mas pequeña tiene 18 meses.

Los autores de estos ataques son miembros de la secta 'El Ejército de Jesús', una milicia liderada por un diputado provincial, Frédéric Batumike, que agrede a las niñas para obtener poderes sobrenaturales. Las secuestran, las violan, las torturan y las abandonan con rastros de amuletos.

Tras años de presión, las familias y las organizaciones consiguen llevar el caso a juicio.

El 13 de diciembre de 2017, 10 de los acusados, entre ellos el diputado, son condenados a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad.

La sentencia, histórica, sienta jurisprudencia.

Pero la guerra no amaina, y al conflicto concentrado desde 1996 en el este del país, se suma ahora la inestabilidad política, que se está acompañando de una brutal represión. La tensión entre el presidente, Joseph Kabila –que debía abandonar el poder en 2016– y sus oponentes ha disparado los abusos contra los derechos humanos y ha surgido un nuevo foco de violencia en el centro del país, en la región de Kasai.

Las violaciones a los derechos humanos por parte de funcionarios públicos aumentaron un 30% en 2016, según la ONU.

En 2017, 454 agentes de las fuerzas de seguridad fueron condenados por crímenes de violencia sexual.

Agosto de 2018: la candidatura a las elecciones provinciales de Frédéric Batumike es aceptada. A pesar de estar condenado a cárcel de por vida, la Comisión Electoral acepta que sea candidato cerca de donde se cometieron la violaciones a menores por las que está condenado.

Entre el trajín del silencio y del comercio internacional, la guerra sigue. Y los progresos de la justicia se quedan en jaque.

  • Texto: Gemma Parellada
  • Imagen: Salym Fayad y Gemma Parellada
  • Diseño web: Belén Picazo
  • Infografías y mapas: María Jaramillo
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